13 junio

Rosario, la vigilante agredida en una oficina de la AEAT de Barcelona, rompe el silencio: “Estamos desprotegidos"

Fue golpeada con una defensa extensible tras intentar calmar a un usuario violento; meses después, denuncia la desprotección del colectivo y las secuelas físicas y emocionales que aún arrastra


En noviembre de 2024, Rosario no solo protegió a funcionarios y ciudadanos dentro de una oficina de la Agencia Tributaria en Barcelona. También fue golpeada con una defensa extensible y agredida física y verbalmente por un usuario fuera de sí.

A día de hoy sigue lidiando con las secuelas de aquel día. Sin embargo, con las heridas aún en proceso de cicatrización, Rosario alza la voz por un colectivo que —como ella— trabaja en primera línea y pocas veces aparece en los titulares: el de la seguridad privada.

En plaza Letamendi

El control de acceso a un edificio público puede parecer rutinario. Preguntar, calmar, observar. Rosario lo hacía cada día desde el vestíbulo de las oficinas de la Agencia Tributaria de la plaza Dr. Letamendi, en Barcelona.

“Nuestra función no es solo controlar que nadie entre con objetos contundentes o armas, sino también tranquilizar a los contribuyentes que llegan más tensos”. 

Lo que no sabía era que aquel día de noviembre marcaría un antes y un después en su vida personal y profesional.

Una reacción hostil 

Un contribuyente que pretendía registrar una asociación lúdica en el distrito de Sarrià-Sant Gervasi llegó sin la documentación necesaria. Desde el primer momento, la funcionaria que le atendió intentó ayudarle: le indicaron entre ella y otras trabajadoras dónde podía obtener los papeles y le ofrecieron reactivar su turno más tarde para que no tuviese que volver a esperar.

Pero algo cambió en él. Su actitud —en apariencia serena— se tornó agresiva. Empezó a gritar, se negó a abandonar la mesa y exigió ser atendido al instante. La funcionaria no tuvo otra opción que avisar a seguridad.

Rosario fue quien acudió a la llamada de emergencia de la funcionaria. Intentó mediar, calmar los ánimos. Le explicó que no podían atenderle sin la documentación, que podían acompañarle a buscarla, que incluso saldrían con él al exterior para ayudarle con mejor cobertura. Pero el hombre reaccionó con extrema hostilidad:

“¿Tú quién coño eres? ¿Me quieres echar a la puta calle?”, le gritó. Rosario, con 27 años de experiencia, reconoció en su tono algo más que enfado: detectó una profunda misoginia, una incapacidad de aceptar órdenes o indicaciones provenientes de una mujer.

Agredió a un Guardia Civil 

Pese a los esfuerzos de todos los presentes, el hombre se fue alterando más. Rosario no tuvo alternativa y tuvo que avisar a la Guardia Civil, pero la presencia del agente no calmó los ánimos. Al contrario: el individuo lanzó amenazas, asegurando que iba a denunciar a Rosario mientras gritaba que era víctima de una injusticia.

Luego llegaron los golpes: patadas, puñetazos, un puño directo al rostro del guardia, que acabó con la boca ensangrentada. “Yo intenté que nadie resultase herido, pedí a las funcionarias que abandonaran esa zona". 

Con el caos, el hombre fingió una dolencia cardíaca. Se activó el protocolo, se pidió un desfibrilador y se llamó al Servicio de Emergencias Médicas (SEM). Pero no había infarto, no había urgencia médica real.

En medio del simulacro, Rosario —fiel a su rol de contención— le ofreció un vaso de agua. Fue entonces cuando ocurrió lo peor: el hombre le arrebató al guardia su defensa extensible de hierro y golpeó a Rosario en la mano. El siguiente paso fue inevitable: fue reducido, detenido y esposado.

Los tendones de una mano destrozados

Las cámaras de seguridad lo recogieron todo. En el forcejeo, Rosario no sintió el dolor de inmediato, pero cuando el altercado se dio por finalizado y se relajó se percató de lo peor: tenía los tendones de una mano destrozados como consecuencia del golpe con la extensible. 

Tuvo que pedir la baja durante dos meses hasta que ella misma pidió el alta. El proceso penal sigue abierto. "Nunca me he enfrentado a una situación similar", lamenta. Pero más allá de lo físico, la cicatriz más profunda fue la emocional. 

Homenajeada por su actuación

Meses después, Rosario fue homenajeada en el Día de la Seguridad Privada, celebrado el 3 de junio en el Teatro Sagarra de Santa Coloma de Gramenet. Recibió una felicitación pública por su intervención, por su vocación de servicio. En el acto estuvieron presentes representantes de la Guardia Civil y del sindicato ADN Sindical, que han acompañado a Rosario desde el inicio.

“Sólo quería ayudar. Siempre he querido que las personas se sientan bien atendidas, incluso en los peores momentos”, explica a preguntas de Crónica Global.

Agradece el apoyo recibido, aunque sabe que hay muchas agresiones como la suya que no trascienden. "En mi colectivo nos sentimos muy desprestigiados y desprotegidos, y eso me gustaría que cambiase", sentencia Rosario. 


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